La sociedad de la droga.


 

El narcotráfico se encolumna como un poder oculto detrás del estado. Ha demostrado en muchos países doblegar a las autoridades legítimas y a su población con su enorme caudal económico y represivo. Su posición dominante la ha logrado porque capta a quienes deben evitarlo y así logran la impunidad que les permite ser indestructibles. Donde hay droga hay corrupción y complicidades. Rosario, Argentina, es uno de los centros urbanos más importantes y la droga ha penetrado en la células de la sociedad. Ya no somos lugar de tránsito, sino de consumo y producción. Su real dimensión es un misterio y si bien se intenta ocultar su poder, se combate superficialmente sin lograr atrapar a los responsables de semejante negocio.

Las calles de Rosario son el terreno donde se traslada la droga hasta el consumidor. Algunos creen que vienen de las zonas marginales hacia los pudientes del centro, pero en todos lados se consigue.

Una nueva generación de jóvenes nacen a partir de la existencia de la droga en su ambiente, con actitudes transgresoras mamadas en su infancia. Muchos cuando crezcan no harán nada por la sociedad, alimentarán su resentimiento y encontrarán en la noche la felicidad que no le da el día. Reclutados en el consumo o comercialización de la droga no tendrán el perfil que les permita salir adelante en la legalidad y multiplicarán las sombras de una ciudad oscura.

Artículos para el consumo son observados en vidrieras de locales habilitados para el tatuaje, la ropa juvenil o los accesorios de moda. Alli están las pipas, los papeles de armar con el rostro de Bob Marley o el dibujo de la hoja de marihuana en los encendedores. Es un comercio inocente que se acopla a otro más peligroso. Hasta algunos hosteles reciben a turistas con marihuana libre en su interior.

La putrefacción se percibe.

Los clientes del producto prohibido participan de un enorme negocio que destruye la honestidad y la transparencia de comerciantes, policías y funcionarios. Los consumidores serían cómplices del narcotráfico, pero nadie los ve así. Algunos dicen que son víctimas de una adicción peligrosa, pero los que nada tienen que ver con las sustancias sufren el deterioro de su seguridad, la desconfianza sobre el poder que los gobierna y la frustración de asistir a la última función de la ética y la honestidad.

Cuenta el periodistas rosarino Jorge Ferrari en el sitio Jackemate.com sobre la influencia del narcotráfico en uno de los barrios marginales de Rosario, La Tablada, pero bien podría ser aplicable a otras zonas carenciadas. Parece un relato de surgido en un país del tercer mundo dominado por la droga, pero es Rosario, mi ciudad:

Las fuentes recorren sus calles por cuestiones profesionales e indicaron que entre el 60 y 70 por ciento de las viviendas más pobres o de trabajadores humildes reciben una interesante cantidad de dinero mensual de los ‘narcos’ para que guarden la droga en sus inmuebles.

Sí, por cumplir con esa tarea o trabajo de depositarios del estupefaciente (marihuana, paco y cocaína) en sus casas reciben entre cinco y seis mil pesos por mes, un sueldo mensual nada despreciable para una familia actualmente.

Pero la pregunta emergió rápidamente: ¿Por qué los ‘narcos’ depositan su preciada mercadería en estas viviendas?

Y la respuesta fue escueta y directa: «Porque la policía, con orden de allanamiento de la Justicia Federal, solamente ingresa en las viviendas en las que creen -por sus investigaciones- habitan los ‘delivery’ de estupefacientes, pero la droga mudó o no está ahí».

Parece increíble la respuesta dada, pero –según las fuentes- es la realidad que se vive en ese barrio rosarino, donde también algunos pequeños talleres mecánicos (se negaron a indiviualizarlos por temor a represalías) son utilizados por los ‘narco deliverys’ como epicentros de distribución al menudeo de sus drogas.

Y también –como dijeron las mismas fuentes- no son blancos de investigaciones o, al menos, de sospecha cuando en esos sitios siempre están sin vehículos para arreglar o el que está siempre es el mismo, sea el día que se revise.

Pero todo este relato se corona con la supuesta participación de chicos menores de diez años, a quienes hacen trabajar de ‘correos’ de los ‘narcos deliverys’, trayendo desde viviendas particulares que usan de depósitos pequeños cargamentos de diez unidades de droga, las que son inmediatamente «colocadas» entre quienes ocupan los modernos vehículos que transitan, a baja velocidad y con sus vidrios oscurecidos levantados, las intrincadas calles y cortadas de esa populosa barriada.

“Decime quién podría llega a sospechar que un chico de menos de diez años esté haciendo el triste trabajo de correo de los ‘narcos’”, dijeron las fuentes ante una consulta de nuestro portal.

Y la verdad, pensando con sentido común, muy pocos que no están en el mundo de la investigación policial podrían llegar a imaginar, al menos, que estos niños cumplan esta triste tarea de trasladar la droga desde los ‘santuarios’ a los ‘camuflados’ centros de distribución al menudeo, cuyos padres también reciben dinero por ese trabajo que cumplen sus hijos.

¿Rosario se encamina hacia una favelización parecida a la que se vive en la carioca Río de Janeiro como consecuencia de la droga? 

La favelización de Rosario. 

Jorge Ferrari se interroga sobre si esa realidad nos acerca tristemente a las barriadas marginales de las grandes urbes de Brasil. Allí la droga alcanza un poder inmenso, con las mismas variables de un negocio que necesita de corrupción y muerte para asentarse.

A miles de kilómetros nuestra ciudad respira la atmósfera de las favelas, porque mucho de lo que allí sucede ya está pasando en nuestras calles.

El periodista Jorge Lanata recorrió Brasil detrás de este flagelo y escribió para el Diario Perfil un cuadro de situación inquietante.

Eduardo Paes,el alcalde de Río –que tiene una tabla de surf en la puerta de su despacho– quiere urbanizar las 1.200 favelas, con más de dos millones de habitantes, antes de los Juegos Olímpicos de 2016. En las favelas hay, mientras tanto, una paz de dientes apretados:las de Río, ocupadas por la Policía “pacificadora” –que pacifica sospechosos, testigos molestos y todo aquellos que se le enfrente– y las de San Pablo, manejadas por completo por el PCC, el Primeiro Comando da Capital, una organización de presos surgida a principios de los noventa de la prisión de Taubaté, donde anunció sus propósitos de “combatir la opresión del sistema penitenciario paulista” y “vengar la muerte de los 111 presos en la masacre de Carandirú de 1992”. Los “hermanos”, socios del PCC, deben pagar una tasa de cien reales si están en prisión o 500 estando en libertad. Al debilitarse en Río el Comando Vermelho, el PCC se transformó en la mayor organización criminal del Brasil.

—¿Y el Estado que hace? –pregunto, ingenuo, a Rodrigo, el fixer que organizó la agenda allá.

—Nada. Negocia. Ahora hay una paz negociada. Es una porquería, pero no se muere nadie. Perdón: no se muere nadie sin autorización. (..)

 (..) El problema, sí, es el narcotráfico, el poder que está discutiendo de igual a igual con el Estado. Hace algún tiempo circuló por Internet una entrevista a Marcos Camacho, Marcola, actual líder del PCC. Se dijo entonces que la entrevista se había publicado en el Segundo Caderno de O Globo. Luego se afirmó que era falsa, invento de un periodista. En verdad, lo que importa de la entrevista es que es escalofriante y, a la vez, un lúcido diagnóstico del problema de la droga en Brasil. ¿Lo dijo Marcola o un anónimo disfrazado? No importa demasiado. Quien lo dijo,sabe de qué se trata.

—“Yo soy una señal de estos tiempos. Yo era pobre e invisible –dice Marcola–. Ustedes nunca me miraron durante décadas y antiguamente era fácil resolver el problema de la miseria. El diagnostico era obvio: migración rural, desnivel de renta, pocas villas miseria, discretas periferias; la solución nunca aparecía… ¿Qué hicieron? Nada. ¿El Gobierno Federal alguna vez reservó algún presupuesto para nosotros? Nosotros sólo éramos noticia en los derrumbes de las villas en las montañas o en la música romántica sobre ‘la belleza de esas montañas al amanecer’, esas cosas… Ahora estamos ricos con la multinacional de la droga. Y ustedes se están muriendo de miedo. Nosotros somos el inicio tardío de vuestra conciencia social”.

Agrega en otro tramo el líder del PCC:

—¿Solución? No hay solución, hermano. La propia idea de “solución” ya es un error. ¿Ya vio el tamaño de las 560 villas miseria de Río? ¿Ya anduvo en helicóptero por sobre la periferia de San Pablo? ¿Solución, cómo? Sólo la habría con muchos millones de dólares gastados organizadamente, con un gobernante de alto nivel, una inmensa voluntad política, crecimiento económico, revolución en la educación, urbanización general y todo tendría que ser bajo la batuta casi de una “tiranía esclarecida” que saltase por sobre la parálisis burocrática secular, que pasase por encima del Legislativo cómplice. ¿O usted cree que los chupasangres (sanguessugas) no van a actuar? Si se descuida van a robar hasta al PCC. Y del Judicial que impide puniciones. Tendría que haber una reforma radical del proceso penal del país, tendría que haber comunicaciones e inteligencia entre Policías municipales, provinciales y federales (nosotros hacemos hasta “conference calls” entre presidiarios…) Y todo eso costaría billones de dólares e implicaría una mudanza psicosocial profunda en la estructura política del país. O sea: es imposible. No hay solución.

—¿Usted no tiene miedo de morir?

—Ustedes son los que tienen miedo de morir, yo no. Mejor dicho, aquí en la cárcel ustedes no pueden entrar y matarme, pero yo puedo mandar matarlos a ustedes allí afuera. Nosotros somos hombres-bomba. En las villas miseria hay cien mil hombres-bomba. Estamos en el centro de lo insoluble mismo. Ustedes, entre el bien y el mal y, en medio, la frontera de la muerte, la única frontera. Ya somos una nueva “especie”, ya somos otros bichos, diferentes a ustedes. La muerte para ustedes es un drama cristiano en una cama, por un ataque al corazón. La muerte, para nosotros, es la comida diaria, tirados en una fosa común ¿Ustedes intelectuales no hablan de lucha de clases, de ser marginal, ser héroe? Entonces ¡llegamos nosotros! ¡Ja, ja, ja…! Yo leo mucho; leí 3 mil libros y leo al Dante, pero mis soldados son extrañas anomalías del desarrollo torcido de este país. No hay más proletarios, o infelices, o explotados. Hay una tercera cosa creciendo allí afuera, cultivada en el barro, educándose en el más absoluto analfabetismo, diplomándose en las cárceles, como un Alien escondido en los rincones de la ciudad. Ya surgió un nuevo lenguaje. ¿Ustedes no escuchan las grabaciones hechas “con autorización” de la Justicia? Es eso. Es otra lengua. Está delante de una especie de post miseria. Eso. La post miseria genera una nueva cultura asesina, ayudada por la tecnología, satélites, celulares, Internet, armas modernas. Es la mierda con chips, con megabytes. Mis comandados son una mutación de la especie social. Son hongos de un gran error sucio.

—¿Qué cambió en las periferias?

—Dinero. Nosotros ahora tenemos dinero. ¿Usted cree que quien tiene 40 millones de dólares como Beira Mar (N. del R.: se refiere a Luis Fernando da Costa, más conocido como Fernandinho Beira Mar, uno de los mayores narcotraficantes de Brasil, con fluidos contactos con los cartekles colombianos) no manda? Con 40 millones de dólares la prisión es un hotel, un escritorio… ¿Cuál es la Policía que va a quemar esa mina de oro, entiende? Nosotros somos una empresa moderna, rica. Si el funcionario vacila, es despedido y “colocado en el microondas”. Ustedes son el Estado quebrado, dominado por incompetentes. Nosotros tenemos métodos ágiles de gestión. Ustedes son lentos, burocráticos. Nosotros luchamos en terreno propio. Ustedes, en tierra extraña. Nosotros no tememos a la muerte. Ustedes mueren de miedo. Nosotros estamos bien armados Ustedes tienen calibre 38. Nosotros estamos en el ataque. Ustedes en la defensa. Ustedes tienen la manía del humanismo. Nosotros somos crueles, sin piedad. Ustedes nos transformaron en super stars del crimen. Nosotros los tenemos de payasos. Nosotros somos ayudados por la población de las villas miseria, por miedo o por amor. Ustedes son odiados.Ustedes son regionales, provincianos. Nuestras armas y productos vienen de afuera, somos “globales”. Nosotros no nos olvidamos de ustedes, son nuestros “clientes”. Ustedes nos olvidan cuando pasa el susto de la violencia que provocamos”.

En la Rosinha, los disparos alteran el sueño. Son disparos de los “pacificadores”. En Capao Redondo no hay disparos. Por ahora. Hasta que el acuerdo deje de ser negocio para alguna de las partes, y la muerte vuelva. Los narcos venden en paz y el Estado cobra impuestos regularmente. Lo que se dice “civilización”.Todos duermen y sueñan con las Olimpíadas y el Mundial:las putas y los millonarios, los dealers y los políticos, los vendedores de agua de coco y los constructores de condominios.Desean la llegada del futuro. Esa es su fuerza.

Llueve droga.

El gobierno de Hermes Binner habla permanentemente de su lucha  contra el narcotráfico. Intenta desalentar las críticas de la jueza federal  Laura Cosidoy. que duda de la efectividad de la lucha.

El gobierno reconoce que en los primeros seis meses de 2010 han desmantelado seis “cocinas” de paco en Rosario. La cifra habla de la enorme presencia de narcotraficantes que no solo importan mercadería, sino que las procesan aquí.

La aparición de paco, negada inicialmente por las autoridades y el reciente descubrimiento de cocaína negra (“cromógena”, inodora a la detección por perros, gomosa y fácilmente disfrazable), habla de una actividad que no duda en presentar  nuevos productos que esquiven el control y aumenten la demanda.

La doctora Cosidoy dice «En Santa Fe llueve marihuana. Caen bolsas de droga y no podemos hablar más de zonas de fronteras: si seguimos así van a pasar (las avionetas) por el Monumento a la Bandera». Agregó: «Encuentran más droga porque hay más. Pero también llama la atención que no se encuentren responsables de esa droga, es decir: de dónde vino, quién la mandó, quién la pagó y para quién era».

La noche rosarina, la ausencia de límites.

La falta de controles comienza con los más insignificante: la venta de alcohol a menores en locales ubicados en cercanías de los centros de diversión. Allí y a la vista se observa la falta de control. Si algo tan evidente no es sancionado, aparecen otros ilícitos que reciben el mismo tratamiento. Los dealers que venden paco, cocaína, marihuana o pastillas hacen la calle con libertad y son atrapados en esas zonas de música estridente, rociadas  de alcohol y desenfreno.

En los boliches, discotecas y bares de moda hay policías contratados como personal de seguridad y sin embargo los vendedores de droga ingresan para ofrecer sus productos.

Ningún negocio se plantea sin una clientela abundante y la noche ofrece en esos lugares una concurrencia masiva dispuesta a los excesos.

Un estudio encargado por el diputado nacional Fabián Peralta (GEN-CC), vicepresidente Segundo de la Comisión de Prevención de Adicciones y Control del Narcotráfico, y que se realizó entre 400 jóvenes de Rosario de entre 15 y 35 años  reveló que al  80 % les ofrecieron drogas alguna vez . De ese número, el 29,17% reconoció haber recibido ofrecimientos de sustancias en la casa de amigos, seguido por los boliches (24,68%) y también en la calle (14,74%).

En el informe se destaca que 9 de cada 10 chicos de entre 14 y 21 años, ya probaron alguna vez alguna de las sustancias supuestamente prohibidas, pero al alcance de la mano de cualquiera.

La realidad detrás de las paredes.

La infección de la droga ya empezó, y es difícil detenerla. Algunos no creen de su influencia en la realidad, pero está presente en esas historias que nutren las escasas noticias policiales que se publican, muchas menos de las que se producen.

Peleas, asesinatos por encargo, amenazas y aprietes llevados adelante por los soldados del narcotráfico establecen las reglas de esta nueva sociedad. Fútbol y diversión son sus principales patrocinadores y sus dividendos se vuelven a invertir en el negocio, creando los espacios que permitan aumentar las ventas.

No hay control que alcance ni fuerza de choque que los doblegue, porque sus tentáculos son enormes. Podrá existir voluntad política, decisiones importantes, procedimientos esclarecedores, pero todo parece insuficiente.

Ningún país del mundo logro dominar el narcotráfico una vez que se asentó en sus territorios. La fórmula para librarnos de este flagelo no la conocemos, quizás deberemos aprender a convivir con ellos y aceptar sus reglas.

Claudio Scabuzzo
La Terminal

 

Fuentes consultadas:
http://www.jackemate.com/index.php/joomla-license/35-ciudad/180-drogas-irosario-se-encamina-hacia-una-favelizacion-a-la-carioca
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/10-19535-2009-07-28.html
http://www.diarioperfil.com.ar/edimp/0467/articulo.php?art=21585&ed=0467 
http://www.viarosario.com/noticias/noticias/consumo-de-drogas-en-rosario.html

Foto: WEB

4 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Paula dice:

    Es muy cierto lo que dice y explica el texto ya que la droga está instalada en la sociedad y en los adolescentes en mayor medida, esperemos que se pueda encontrar una solución a este tema, les comparto algo http://jorgeguldenzoph.com/fenomenos-sociales/el-consumo-de-drogas/ interesante para que lean como otras cosas que están bien explicadas por Jorge

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  2. Pingback: Bitacoras.com

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