Recuerdos de la guerra que no fuí.

No estuve en la guerra pero fui soldado en ese tiempo. El 2 de abril de 1982 me encontraba en un campo de Roldán, cerca de Rosario, en la instrucción militar del Batallón de Comunicaciones de Comando 121, del Segundo Cuerpo del Ejército Argentino. Tenía 18 años, había terminado el secundario el año anterior y la ley del Servicio Militar Obligatorio estaba vigente.  El plan secreto de la dictadura para copar las Malvinas se llamaba, paradojicamente, «Operación Rosario».

No tuvimos información sobre los hechos en las Islas Malvinas de la mejor manera. Recuerdo la referencia de un Sargento a un soldado conscripto: «Haga bien el pozo, que después se lo va a tener que hacer a los ingleses».

El escudo del Comando de Comunicaciones al que pertenecía el battalón 121 de Rosario.

Apareció un oficial superior pequeño, con botas de caballería, gritando con su voz chillona. Obligó a toda la unidad a correr por el campo «¡carrera march, cuerpo a tierra!», rumbo al lugar donde se hacían las necesidades fisiológicas. Una letrina invadida por rollitos de papel higiénico y excrementos. Allí debimos tirarnos, algunos vomitaron. Ese era el anuncio oficial de que nos estaban preparando para una guerra.

 

El trato no fue distinto a los días siguientes. La comida del «rancho» seguía teniendo restos de insectos. Eran guisos espesos que se completaban con un pan, una fruta y un jarro de agua. Los desayunos o meriendas, el típico mate cocido, en el jarrito de acero inoxidable y un pequeño pan.

Seguro de vida y ataúd.

Cuando volvimos al batallón nos reunieron para anunciarnos que debíamos designar al beneficiario de nuestro seguro de vida. «Y espero, soldados, que elijan a su madre«. Como si fuera un honor para ellas saber

Calle interna del Batallón de Comunicaciones 121.

que sus hijos iban a morir en una guerra. Los murmullos retumbaban en uno de los playones del batallón cuando algún soldado era identificado como descendiente de ingleses. No había más de dos o tres. A mi me tocó el mismo efecto cuando nombre a mi madre «Lucía Parkinson«. Se habían organizado «manteadas» o ataques nocturnos a los descendientes de ingleses, pero alguien advirtió a tiempo que en definitiva también éramos argentinos.

 

El Casino de Oficiales del 121.

 

No sabíamos que en el Batallón de Comunicaciones de Comando 121  funcionaba uno de los centros clandestinos de detención que usaba la dictadura para su particular justicia. Nada se veía o se decía.

Dormíamos semivestidos, con el armamento listo y los camiones Unimog preparados en las calles internas del batallón. Había simulacros para ver si podíamos salir rápidamente hacia el aeropuerto cuando la guerra nos necesitara.

Comida de campaña.

En las habituales guardias comíamos las raciones que debían ir a las islas. No se porqué. Eran cajas de cartón con una leyenda que decía Ración C/F (Caliente y Fría). Ya habían sido saqueadas, así que los chocolates y cigarrillos no solían estar. Si veíamos algunas esquelas con mensajes que intentaban levantarnos la moral o la carta de quienes participaban en el armado de esas cajas. Esos impresos los digitalicé y aquí están.

La caja tenía este letrero pegado al frente para explicar lo que contenía.

 

Una de las tantas notas que estaban en el interior de la caja, aparentemente colocada por quienes las preparaban. Nunca supe de los voluntarios que hacían este trabajo.

Otros papeles en el interior de las cajas de alimentos traían dibujos humorísticos para levantar «la moral» de los soldados.

Otra muestra del humor de la dictadura nacionalista que nos gobernaba que llegaba a las Malvinas.

 

Las cajas tenían un calentador a alcohol sólido, un par de latas de comida elaborada (sobre todo guisos con carne), un paquete de galletitas, café instantáneo y leche en polvo individual, alguna golosina, chocolate, cigarrillos, papel de carta… Era la ración para un día entero.

Nacionalismo corrupto y desprecio.

Dentro del batallón la información no era distinta a la que los medios ofrecían. Teníamos el triunfo garantizado, decían. Por eso los militares no descuidaron sus prácticas habituales. El Ford Fairlane del suboficial encargado de la cocina seguía saliendo de la unidad militar con su baúl lleno de mercadería, casi tocando el paragolpes contra el pavimento. Y no era el único. Allí desaparecieron miles de frazadas, ropa de abrigo y donaciones que la gente común hacía para los solados de Malvinas.

La humillación a los soldados no se detuvo. Sanciones sin sentido, insultos, ejercicios forzados o «bailes«, eran parte del procedimiento de mando, del deseo incontrolable que tenían de demostrarnos que eran nuestros superiores. ¿Cómo sería en las islas el trato a los soldados? ¿Los castigaban, los encerraban, los estaqueaban como a nosotros?

Recuerdo que deseaba ir a la guerra para que termine todo eso. Pero la guerra fue para otros  y los imagine como yo: adolescentes, inmaduros, asustados, en medio de unas islas poco acogedoras, con esa caja de cartón que, si les llegaba, podía alcanzar para comer un día. Los imaginé con esas botas pesadas, gastadas y mojadas, con el casco de acero, con esa ropa verde oliva de algodón, con esas «tricotas» de lana, y guantes de tela… Los imaginé con frío, con medias viejas y rotas, con cinturones ajados, con el FAL que se traba… Imaginé a sus superiores, algunos junto a ellos, otros mirando la guerra por televisión con un whisky en la mano. Me imaginé la angustia de estar allí, obligados, con sus seres queridos tan lejos y no poder escapar….

Algunos de los que sobrevivieron se autodenominan «veteranos de guerra» y otros «ex soldados combatientes«, Los primeros rescatan la gesta heroica y a los militares que se animaron a hacerla, los otros intentan que la sociedad reconozca el daño que le han hecho. Algunos prefieren vestirse con la ropa verde oliva, se codean con oficiales y suboficiales, y son el ingrediente de los actos patrios, desfilando con los militares. Otros recorrieron dependencias y exigieron compensaciones por las consecuencias de la guerra en sus vidas.

Héroes o chicos de la guerra. Uno y otros fueron víctimas de una decisión insensata, instrumentos de un plan macabro que no buscaba enaltecer al país, sino hundirlo.

Cuando nos rendimos, el proceso militar tuvo sus días contados. Pocos sabían todo lo que se escondía debajo de la alfombra, incluso los pormenores de esta guerra inútil.

CLAUDIO SCABUZZO

@laterminalblog

 

 

Agregado el 21 de mayo de 2009:

Recibo en mi e-mail un mensaje de Juan Carlos Casciotta, quién compartió conmigo el Servicio Militar en el Batallón de Comunicaciones de Comando 121 de Rosario:

Hola claudio, antes de todo te felicito por tu pagina, buenas notas y comentarios que te dejan con ganas de seguir leyendo o comentar. Me la paso un amigo el fin de semana, no la conocía, el amigo Picuru Macarini,seguro te acordas semejante personaje. Estuvimos recordando viendo la nota del 121 de abril del 2008. Te falto una foto que te mando, es un poco tarde pero un documento historico, te reconoces,jajaja. te pusieron un fal en el pecho para subirte ahí?. No se si te acordas de mi, mis amigos que estaban conmigo y nos seguimos reuniendo despues de tanto tiempo son Patricio Guzman, Jorge Patterer, Dario Caposuca, Walter del Carlo, Picu y Miguel Molina siempre ausente por razones laborales. Espero traerte buenos recuerdos y tenerte en cuenta si quieres en futuras reuniones, también pedirte si sabes como ubicar a Marcelo Pastor. Bueno no molesto mas.  Saludos y fue un gusto conocer tu página,tenés un lector más

Le debo a él la única foto que tengo en las tareas habituales de un conscripto.

Soy el que está sin casco. Gracias Juan Carlos Casciotta por el recuerdo.

 

Nota relacionada:

«Soldados de la patria saqueada»  abril de 2009

https://laterminalrosario.wordpress.com/2009/04/02/soldados-de-la-patria-saqueada/

C.S./La Terminal